En casa estamos de vacaciones. Se celebra una pequeña victoria en el barrio de Banfield.
Bah, seguimos trabajando como siempre, pero aprovechamos el receso escolar para rascarnos el higo un par de horas más. Mi compañero y yo nos dedicamos a ponernos al día con las series que nos gustan, o las que hay que ver “porque están dando que hablar”.
Solo Dios puede juzgarnos por estar tirados comiendo pizza con tónica. Sí, somos unos abuelos. Con estilo.
Este finde le tocó a la serie de “Menem” en Amazon Prime Video. Para quienes no lo tienen tan fresco: Carlos Saúl Menem fue presidente de Argentina en los ‘90, con dos mandatos consecutivos gracias a la reforma constitucional del ‘94.
Su figura es sinónimo de neoliberalismo, pizza con champagne, privatizaciones, escándalos y una cuota generosa de bizarreadas nacionales.
Pero no vengo a hacer un repaso político. Lo que me fascinó de la serie fue otra cosa: la bruja de Menem.
¿Menem se tiraba las cartas? Sí, y no era el único
Al parecer, el caudillo de Anillaco tenía una relación bastante íntima con lo esotérico. En entrevistas contaba que solía tirarse las cartas antes de tomar decisiones importantes. Y en la serie aparece Úrsula, personaje inspirado en Azucena Agüero Blanch, una tarotista muy conocida en los 90’s. Aparecía en tele, hablaba de visiones, y hasta contó que tuvo un amorío con el mismísimo Carlos Saúl. Él nunca lo negó.
Argentina siempre fue un país donde la política y el misticismo se cruzan. Desde José López Rega, apodado “El Brujo”, autor de Astrología Esotérica, hasta estas escenas de presidentes buscando respuestas en un mazo de Tarot.
Spoiler: el día que Menem despidió a su bruja
Menem, lleno de dudas sobre su reelección, le pide a Úrsula que le tire las cartas. Ella extiende el Tarot de Marsella y saca, entre otras, el Caballero de Espadas. Lo da vuelta. Cambia su significado, lo suaviza. Habla de estrategia, de noticias en camino. Él, que no era ningún ingenuo en estas cosas, la echa. Porque lo que no soportó no fue la carta, sino que ella le mintiera. Cambiar el símbolo para no preocuparlo fue su error.
Y ahí me quedé pensando en algo muy actual...
¿Dónde está el límite entre cuidar y tergiversar en una lectura de Tarot?
Durante mucho tiempo se pensó que leer el Tarot era repetir significados fijos, muchas veces catastróficos. Que si salía una carta invertida, era tragedia segura. Que el destino estaba escrito. Hoy por suerte sabemos que no es así.
El Tarot no es una sentencia, es una herramienta. Nos da imágenes, metáforas, posibles caminos. Y el consultante no es un espectador pasivo: es un agente activo en su propia vida.
Sí, creo que Menem hizo bien en despedirla. Una tarotista no puede perder la objetividad. Pero también entiendo que, cuando hay un lazo afectivo, cuando queremos proteger, a veces se nos nubla la visión. Querés cuidar… y terminás perdiendo credibilidad.
Y en el fondo, el Tarot siempre pide lo mismo: ver con claridad, incluso lo que incomoda.
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